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Disfunciones físicas: ¿Castigo o lección de vida?
Por el Dr. José Luis Cabouli
¿Por qué hay personas con alteraciones físicas que las limitan? ¿Por qué nace un niño con un defecto congénito o hereditario? ¿Es una decisión arbitraria del Creador? ¿Acaso es un castigo adelantado por una falta que todavía no cometió? ¿Es el pago de una deuda contraída en una vida anterior?
Los motivos pueden ser tantos y variados como el número de almas que habitan este planeta. Cada una de ellas tiene su historia y sus razones; sin embargo, hay una premisa básica que se cumple en todos los casos. Aunque no podamos verlo, la causa de la limitación no está en el plano físico. Lo que vemos o lo que experimentamos, la alteración o la discapacidad física, es el efecto de una causa anterior. Aun la anomalía genética obedece a una causa anterior ya que, en definitiva, la alteración genética sólo es el medio para que el alma se encuentre con la experiencia que tiene que vivir. Para que se cumpla la escritura.
¿Y cuáles pueden ser los motivos por los cuales un alma tenga que experimentar en el plano físico una condición de esta naturaleza?
A través de la experiencia clínica con la TVP, se me ocurren cuatro situaciones básicas por las cuales una persona podría encontrarse en estas condiciones. Esto no significa que no haya otros motivos; sólo estamos tratando de comprender el porqué de la necesidad del alma para una situación física semejante. Veamos a continuación cuáles son estas situaciones básicas.
I) Superar una tendencia arraigada en el espíritu
Imaginemos un alma con una tendencia violenta y agresiva. A lo largo de varias vidas sucesivas esta violencia la llevó a verse envuelta en situaciones de sufrimiento para ella misma y para los seres que la rodeaban. Tal vez cometió actos criminales en forma reiterada, tal vez fue verdugo, victimario o asesinaba por placer. Ahora llegó al punto de su evolución en el que finalmente aprendió que no debe matar. Sabe que no es bueno matar o destruir los cuerpos físicos de otras almas, pero aún no puede controlar su agresividad. Es consciente que frente a una provocación puede reaccionar violentamente y cometer un acto desdichado que habrá de lamentar toda su vida. Es como la fábula de la rana y el escorpión. La rana ayuda al escorpión a cruzar un río con la promesa de que no será picada. A pesar de ello, cuando están en la mitad del río, el escorpión le clava su aguijón y ambos se hunden irremediablemente.
-¿Por qué lo hiciste? -pregunta la rana.
-No pude evitarlo -contesta el escorpión-. Es más fuerte que yo.
Exactamente así ocurre en el plano espiritual. El alma encarna con el propósito de mejorar su comportamiento en el plano físico y corregir los errores de sus acciones pasadas, pero sabe que su tendencia agresiva aún es muy fuerte en ella y que probablemente no sea capaz de controlarla. Por ese motivo puede elegir o aceptar una discapacidad en su futuro cuerpo físico que limitará la expresión de su violencia esencial.
Dice Jesús: "Si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti. Mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego". (S. Mateo 18: 7-9)
La enseñanza es clara para quien puede penetrar en su significado. Obsérvese que Jesús dice claramente "mejor te es entrar en la vida"; de modo que ya nos está señalando la predeterminación de un defecto antes de nacer. Si un alma violenta se encontrara en la plenitud de su integridad física, podría cometer un crimen y luego tendría que sufrir a causa de ello. Por el contrario, la minusvalía física limitará el accionar de su tendencia agresiva a la vez que la obligará a depender del amor y de los cuidados de los demás. A lo largo de esta vida, a través del amor y del contacto con su prójimo, la energía violenta se irá transmutando asegurándose así el alma una próxima encarnación más favorable.
II) Aprender una lección en particular
Cada circunstancia difícil que nos toca vivir en la vida física, es una oportunidad de aprendizaje. Las enfermedades y defectos congénitos, también lo son. Tal vez sean las más difíciles de sobrellevar ya que en su gran mayoría duran toda una existencia. A través de esta experiencia un alma puede avanzar mucho en una vida desprendiéndose de actitudes que no le permiten evolucionar.
Recuerdo el caso de un paciente que, en una regresión, revivió una existencia en la que él era un muchacho con síndrome de Down. Al preguntarle sobre el sentido de esa vida pasada expresó que, en una vida aún más lejana, había sido muy soberbio despreciando a todos los que lo rodeaban. La vida como niño con síndrome de Down le sirvió para comprender el sufrimiento que él había ocasionado a los demás con su comportamiento soberbio al verse ahora él mismo discriminado por su condición. Aprendió así que todos somos iguales, que todos somos buenos en esencia y reconoció que en su vida presente aún persistían vestigios de aquella soberbia.
Al igual que este paciente, muchas personas están sanando o limpiando su alma a través de la experiencia difícil de vivir con un defecto físico o mental. En ocasiones, el defecto es elegido por el alma misma. Otras veces, son las jerarquías espirituales quienes determinan las condiciones físicas más adecuadas para ese alma en particular. El alma puede o no estar de acuerdo con lo que resuelven quienes la aconsejan. La actitud que adopte en ese momento se verá reflejada más tarde en el plano terrestre. Quienes mejor se adaptan a su condición física son aquellos seres que aceptaron de buen grado la experiencia que les tocaba vivir. Quienes estaban en desacuerdo o se rebelaban ante esta circunstancia, son los que más sufren y más dificultades tienen para sobrellevar su prueba. Siempre que nos encontremos con una persona en estas condiciones, preguntémonos: ¿Qué estará tratando de aprender o resolver? ¿Qué puedo hacer para asistirla en su aprendizaje?
III) Preparación para una futura encarnación
De la misma manera que en nuestra vida actual nos preparamos con anticipación para determinadas tareas a realizar, un alma puede elegir una vida con una limitación física para adquirir una experiencia que le será de utilidad en una encarnación venidera. Un espíritu evolucionado puede planear con anticipación lo que va a realizar recién dentro de dos, tres o cuatro existencias físicas. En cada encarnación obtendrá un aprendizaje que lo capacitará para su propósito final. Para el Ser superior la vida no se extingue con el cuerpo. Cada encarnación sólo es una etapa en su vida eterna. Un ejemplo podría ser el caso de una entidad que haya decidido dedicarse en una próxima existencia física a asistir a deficientes mentales. Podría entonces elegir la experiencia de ser ella misma un deficiente mental como paso previo a la encarnación en la cual desarrollará su trabajo de asistencia. De esta manera estará mejor capacitada para llevar a cabo su tarea asistencial por haber experimentado ella misma esa deficiencia.
IV) Enseñanza para los padres
Cuando hay un integrante con una disfunción física en una familia la prueba es para todos. En realidad, la prueba es para toda la sociedad. El Universo ordena y nada queda librado al azar o a la improvisación; todos se benefician con la prueba.
En ocasiones, la experiencia está dirigida fundamentalmente a los padres. Ya sea porque éstos necesitan aprender algo en particular o porque puede decidir el destino de una pareja o porque puede accionar una capacidad dormida en los padres o bien decidir un curso de acción determinado en ellos. ¿Cuántas veces un médico o un investigador han desarrollado una especialidad o inventado algún procedimiento o ideado algún aparato acuciados por las necesidades de un hijo enfermo? ¿Cuántas personas se acercaron al camino espiritual buscando un consuelo o impulsados por la búsqueda de una explicación diferente y la comprensión del sentido de su dolor?
Los seres discapacitados que llevan adelante este tipo de experiencias pueden ser almas evolucionadas que aceptan este sacrificio con amor y entrega porque están al servicio de la humanidad. Estos son seres muy especiales. Basta ver la sabiduría y la comprensión que despliegan a temprana edad para darse cuenta de esto. Para ellos, la enfermedad o la discapacidad no es ni un castigo ni una prueba, sino una misión a cumplir. Alguien tiene que hacerla y el mérito y los créditos son para ellos. Lo que nosotros vivimos como dolor o como una incomodidad, para ellos es el pasaje al mundo celestial.
Cuando un niño con estas condiciones, muere a edad temprana, es casi seguro que vino a cumplir una misión. Finalizada la misión, no tiene sentido su permanencia en el plano físico. Prolongar su existencia es prolongar su sacrificio inútilmente. Y no se trata del sacrificio de la discapacidad, sino del sacrificio de tener que estar en un cuerpo físico para que alguien más aprenda lo que tiene que aprender. Estas almas son estrellas fugaces que vienen, cumplen su tarea y se van.
Otras veces, ésta puede ser la forma en que algunas almas se ganen el derecho a una existencia física mejor y hasta es posible que vuelvan a encarnar en la misma familia. Si la muerte de uno de estos niños es seguida el poco tiempo por un nacimiento dentro de la misma familia, es probable que se trate del mismo ser que retorna para una nueva experiencia en mejores condiciones.
Personalmente, no creo en el castigo como una razón valedera para justificar una discapacidad física. Es más, la experiencia de las personas que han trabajado con la TVP me ha convencido de que no existe el concepto de castigo para el Todo o para la Conciencia Divina. Somos nosotros, en nuestra ignorancia, los que experimentamos como castigo las diversas pruebas que se nos presentan para crecer y evolucionar. Ser discapacitado es, antes que nada, una lección de vida. Y muchas veces, la lección de vida no es para el discapacitado sino para los que estamos en la plenitud de nuestra condición física. Bien podría ser que el discapacitado fuese un maestro que está tratando de enseñarnos algo. Depende de nosotros aprender o no. Tan sólo nuestra actitud frente a estos seres es un índice del nivel evolutivo que hemos alcanzado. De modo que de ahora en más, cuando nos encontremos frente a un discapacitado, pensemos en la dura prueba que está sobrellevando y tratemos de asistirlo y ayudarlo en su experiencia de la mejor manera. Y no olvidemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Qué puedo aprender yo de su experiencia? Si fuese un maestro oculto bajo el disfraz de un discapacitado, ¿qué es lo que está tratando de enseñarme?
Nota: El presente artículo fue publicado por primera vez en la revista Ciencias, Cultos y Religiones N¼ 15, agosto 1996.