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El despertar de mi conciencia

por Nacho Blasco

Mi nombre es Nacho Blasco y soy de Castellón, España. En la actualidad estoy realizando una investigación muy extensa con la intención de escribir un libro que recopile toda la evidencia científica que existe a nivel mundial que demuestre, de forma irrefutable, la supervivencia de nuestra alma, energía o conciencia después de la muerte física.

En febrero de 2019 inicié un curso de formación en Terapia de Vidas Pasadas impartido por el doctor José Luis Cabouli. Antes de nada os informo que previamente al curso yo me consideraba una persona extremadamente racional aunque de mente abierta.

Durante el curso, como parte del entrenamiento, los participantes debíamos realizar prácticas de regresión con nuestros compañeros de formación. Por esa razón el día 7 de febrero de 2019 me entregué a una sesión de terapia de vidas pasadas con mi condiscípulo Luis Turrens bajo la supervisión del doctor José Luis Cabouli. Y me apetece contaros mi experiencia tal y como la viví y sentí, sin dejarme nada en el tintero.

Sé que de forma racional no existe explicación lógica para esta experiencia aunque debo deciros que una vez que experimentas este tipo de terapia le encuentras una lógica absoluta, pero antes debes entenderla y solo haciendo una regresión eres capaz de hacerlo.

El motivo inicial por el cual me sometí a una sesión de terapia de vidas pasadas fue, exclusivamente, para experimentar este fenómeno por los motivos de mi investigación que os he contado. En mi investigación he recopilado todas las evidencias científicas, estudios e investigaciones a nivel mundial sobre la continuidad de la vida después de la muerte y en qué se basan para que, de forma irrefutable, estos científicos no tengan la menor duda de que nuestra alma es inmortal. Por este motivo me propuse experimentar todos y cada uno de los fenómenos que es posible experimentar estando en vida.

A estas alturas ya había experimentado todos los fenómenos posibles a excepción de las regresiones (terapia de vidas pasadas), motivo por el cual decidí experimentarlo a fin de extraer mis propias conclusiones.

Como no podía ser de ninguna otra manera, siendo conocedor por mis investigaciones de todos y cada uno de los profesionales que se dedican a las regresiones a vidas pasadas, decidí someterme a esta experiencia con el profesional que entendí más experimentado: 32 años de experiencia. Era, sin lugar a dudas, el más cualificado y, por supuesto, con el mayor prestigio dentro del mundo de las terapias a vidas pasadas. Me refiero al doctor José Luis Cabouli. Hay muchos otros profesionales que tenia en mi lista en España y en otros países, pero muchos de ellos son discípulos del doctor Cabouli, al que todos, sin excepción, llaman “Maestro”. Así que fui directamente al maestro para conocer, vivir, y experimentar la terapia en primera persona.

Es cierto que la regresión a la que me sometí se basaba solo y, exclusivamente, en terapia de vidas pasadas. Es decir, se utiliza este método con fines terapéuticos. El doctor José Luis Cabouli se centra en síntomas y emociones que te perturban en la vida actual ya que estas emociones que nos afectan nos llevan a experiencias que tuvimos en una vida pasada o bien en la actual donde se originó el síntoma.

El doctor Cabouli sabía de mis inquietudes. Sabía también que yo había escrito un libro y que estaba realizando una amplia investigación y recopilación sobre los fenómenos que evidencian la continuidad de la vida después de la muerte para el segundo libro. Toda esta información se la pude indicar en mi presentación al igual que le transmití mi escepticismo y lo racional que soy aunque me consideraba abierto de mente. No quería engañar a nadie ni mostrarme diferente a como soy. Sin embargo, el doctor no le dio ni importancia, para él yo era un paciente más. Recuerdo que en una ocasión, antes de hacer mi primera regresión, cuando le escribí por mail mostrándole mi interés para someterme a una terapia de vidas pasadas, me dijo lo siguiente: “Si usted ha sentido en su interior el impulso de efectuar la terapia de vidas pasadas es probable que esto provenga de su alma”.

La verdad es que fue muy emotivo y llegué a ponerme incluso nervioso, ya que todo esto era nuevo para mí. Había leído tanto sobre las regresiones que me impresionaban mucho. Lo que no entendía era cómo iba a probar a través de este método la continuidad de la vida si solo se basaba en síntomas y cómo resolverlos con estas experiencias terapéuticas.

Todos necesitamos ser revisados y todos tenemos síntomas que resolver, pero yo, en ese momento, no quería terapia, solo quería pruebas. Es lo único que a priori me desilusionaba de esta experiencia. Igualmente, decidí hacerlo y comprobar por mí mismo lo que tanto había leído en libros.

La experiencia
Es importante recalcar que el doctor Cabouli no utiliza ni hipnosis ni relajación profunda. Nada, absolutamente nada. Te hace una amplia entrevista, te tumbas en la cama, y ahí empieza todo.

Así que empecé con la regresión exponiendo un síntoma, el que fuera. Bajo la supervisión del doctor Cabouli, Luis Turrens, el terapeuta en esa ocasión, me preguntó qué era lo que mi alma realmente deseaba sanar, de forma que dije el primer síntoma que me vino a la cabeza y empezamos con la terapia de vidas pasadas. Yo iba hablando y hablando; iba diciendo muchas cosas, al principio sin sentido alguno, pero todo lo que me venía a la cabeza yo lo decía. A veces me venían imágenes y otras veces no, pero sin darme cuenta empecé a ver y sentir cosas y tal y como las veía, las relataba. Recuerdo que, de repente, sentí que estaba volando en un avión. Al principio solo eran sensaciones con imágenes poco lúcidas, pero, poco a poco, esa película que tenía en mi cabeza se iba haciendo real, hasta tal punto que me vi dentro de una cabina pilotando el avión. Podía ver a mi copiloto y sabía quién estaba en la ametralladora y cuántos íbamos en el avión. Sin saber el porqué, sabía, perfectamente, que era la Segunda Guerra Mundial y que estábamos en una batalla. Me pidieron que me fijara en las insignias del avión y sin dudar dije que éramos americanos y nuestros enemigos japoneses, no porque lo sintiera, sino porque lo veía. No quiero extenderme mucho en esta experiencia así que seré breve. Los japoneses dispararon a nuestro avión y éste empezó a caer, y viví con absoluta intensidad el miedo, el pánico y los gritos de mi tripulación cuando todos sabíamos que nos íbamos a estrellar. Vi y sentí, perfectamente, el momento en que nos estrellamos. Vi todo el proceso hasta morir y, finalmente, el instante cuando abandoné mi cuerpo.

Me preguntó el doctor si veía mi cuerpo desde fuera y yo dije que sí. Me preguntó si veía el avión y dije que sí. Entonces me pidió que tomara nota de la matricula del avión y sin más, ahí estaba la matrícula, de modo que fui dictándola hasta dar seis dígitos y dos letras. Ahí terminó esta experiencia que fue muy intensa.

Al no estar hipnotizado, tu parte racional es consciente de todo, es decir, puedes visualizar esta película que estás relatando y a su vez saber, en todo momento, con quién te encuentras y dónde. Así que, en ese momento, tenía una confusión brutal dentro de mí. Por un lado había vivido la experiencia como si fuera real y, a su vez, mi lado racional, se preguntaba de dónde había salido tanta información o fantasía. Pero la intensidad con la que lo había vivido era como si esa experiencia hubiera sido totalmente real. Como si terminaras de salir del cine, pero en vez de haber sido espectador hubieras sido el personaje de la película. Esa fue mi sensación.

Mi terapeuta en esta misma sesión me dijo que me fuera a la siguiente experiencia que mi alma necesitara sanar.

Así que, sin más, empecé a relatarle otra historia, solo que esta vez, me encontraba tirado en el suelo, y empecé a decir que me habían atravesado los costados y que me encontraba como en una especie de selva. Empecé a dar una descripción del entorno; cómo era el suelo, qué tipo de palmeras había. Veía además el mar y una pequeña playa. Me pidió que describiera el suelo donde estaba tumbado y le dije que era de arena mezclada con hierbas y residuos de palmera. En ese momento empecé a decir que no sabía qué estaba haciendo allí; ni tan siquiera sabía lo que me habían clavado. El terapeuta reiteró la pregunta y entonces dije que eran flechas y alguna lanza. Le dije que era de día y me preguntó si había más gente. Dije que, efectivamente, yo sentía que había gente observándome y que de momento solo los sentía, pero que sabía que eran indios y que no sabía que estaba haciendo yo allí y agregué que yo era español.

El terapeuta me preguntó cómo iba vestido y, sin más, le di una descripción muy detallada de mi uniforme. Comencé describiendo la forma del casco que llevaba sobre mi cabeza, la prenda que llevaba en la parte superior, el tipo de tejido que era de color granate, con las mangas bombachas y con bordados al final. Hice una descripción de las rayas que llevaba en las mangas bajando desde el hombro hacia las manos y que estas rayas eran de color dorado. Describí también unos pantalones cortos. También le dije que llevaba un peto metálico, como algún tipo coraza en el pecho. Le describí además una especie de medallón que llevaba colgado como una especie de ave con una cola larga dorada como si fuera un águila, pero luego le dije que no era un águila, sino un búho. Tampoco sabía con seguridad si era un medallón o si estaba grabado en la coraza, Era todo muy confuso. Una vez que describí mi uniforme le dije que veía un barco a lo lejos en el agua, que era el barco de donde habíamos venido y que nosotros bajamos a la playa en un bote, que veníamos a explorar y que nos habían matado.

El terapeuta me vuelve a preguntar si veo el dibujo de mi coraza y le digo que si, pero no se la describo y le vuelvo a decir que la tela de mi prenda es como si fuera de terciopelo granate y que lleva unas rayas doradas a los lados de las mangas. Una vez más le digo que veníamos a explorar y que nos habían matado.

A continuación el terapeuta me pide que retroceda en esta experiencia y entonces le digo que estamos en el barco. Tenemos que desembarcar en la playa y ver qué sucede allí. Me pregunta: “¿Quién os lo dice?” Yo digo que lo dice el capitán y le digo que éste se llama Armando Santana, el capitán Santana. Este capitán nos dice que vayamos a la isla y entonces bajamos el bote y vamos a la costa. Le digo al doctor que somos tres y que alguien del bote se llama Rafael, pero que no sé quién es. Luego le digo que sé que soy yo porque me llaman Rafael y yo me giro cuando me llaman por ese nombre.

El terapeuta me pregunta que pasa cuando estamos en el bote. Yo le digo que estamos bien, que hemos llegado a la costa en el bote, que bajamos y que nos vamos hacia la selva. Entramos en la selva y, nada más entrar, nos disparan un montón de flechas. Le digo que me han clavado muchas de ellas y caigo al suelo. En ese momento empiezo a sentir un dolor terrible y casi no puedo respirar. Las sensaciones son inexplicables. Señalo el punto donde me duele mucho, pero son varios los sitios en los que me han clavado. El terapeuta me pregunta qué estoy sintiendo y le digo que estoy desorientado, que no sé lo que ha pasado y que estoy confuso. En ese momento digo que sé que voy a morir. Finalmente, muero en esa experiencia y me observo perfectamente fuera del cuerpo. Allí tomo consciencia de que ese cuerpo murió y que ya no me pertenece. El terapeuta me hace ir a la Luz y aquí termina la regresión con una armonización.

Durante la armonización, el terapeuta me hace tomar consciencia de quién soy y dónde estoy, en qué fecha nos encontramos y que, cuando esté preparado, que abra los ojos y me incorpore.

La vuelta al hoy
La verdad es que, al incorporarme, yo estaba confuso, muy confuso y conmocionado por las dos experiencias que acababa de vivir. Mi lado racional decía que vaya tela de imaginación tenia, pero mi lado no racional me decía que las vivencias eran demasiado reales para ser fantasías. Estaba en medio de un debate y no entendía nada de lo que había pasado. Era consciente de todo, absolutamente de todo y, a su vez, estaba narrando dos historias. Una de hace apenas 85 años y otra de más de 450. Increíble, ¿verdad? Pues lo es.

Ese mismo día estuve horas y horas intentando comprender lo que había sucedido. Incluso días después seguí haciéndolo. Fue tal la vivencia de esas experiencias, que el solo hecho de pensar que me hubiera inventado ambas historias, era inexplicable. Sabía muy bien que yo era incapaz de inventarme algo así, dando detalles del entorno, nombres y descripciones de la ropa que llevaba puesta. ¿De dónde había salido tanta información?

Lo que más me confundía es que si ves una película muy intensa en el cine luego te vienen imágenes de ésta, te vienen momentos de la película y algunos pueden provocarte emociones. Pero lo que yo sentía, es que sabía que yo había estado allí, que yo había formado parte de esa historia y, además, cuando intentaba analizar el lugar, los nombres y quién pudiera haber sido yo, tenía la plena seguridad de que así fue. Hasta cuando escuchaba llamar a Rafael, me entraba una emoción al saber que yo, en alguna ocasión, fui Rafael. Exactamente igual que en la vida actual sé que soy Nacho.

Sé que todo esto es complicado poder expresarlo con palabras y que quien lo lea podrá creer que es fruto de un sueño. Quizás no encuentre la forma exacta para poderos transmitir lo que yo sentí y experimenté. Pero os aseguro que estoy convencido de que lo que sentí fue real.

De modo entonces que decidí averiguar y encontrar sentido a estas dos experiencias y, como buen investigador, investigué.

La primera experiencia se la conté a un capitán del ejército y controlador aéreo militar. Le describí el avión y la matrícula además de las dos letras que vi. Este capitán me dijo que ese tipo de avión coincidía perfectamente con uno usado por los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Vi una foto del modelo de ese avión y fue muy impactante. Era como el avión que yo pilotaba en mi regresión. Era exactamente igual al que yo vi y, lo mejor de todo, es que la matrícula identificativa de ese tipo de avión es de seis dígitos y seis dígitos fueron los que dije yo. Todavía falta encontrar si esa matrícula que yo identifiqué existe o existió. En ello estamos, pero lo sorprendente es que yo podía haber dicho cinco o siete dígitos, pero dije seis, los que ese avión llevaba. Nos falta identificar el número exacto y las dos letras que seguramente llevará algún tiempo. Me fascina saber que la cantidad de números eran coincidentes, pero tampoco descarto, por ahora, la posibilidad de coincidencia.

La segunda experiencia vivida en esa regresión supuestamente tuvo lugar durante la conquista de la Nueva España. Todos los datos recogidos en esa sesión se los entregué a una amiga historiadora la cual me dejó helado cuando me informó de los hallazgos que fueron sorprendentes. Solo hubo un pequeño detalle que, teniendo en cuenta que han pasado más de 450 años, se puede dar por valido. Yo hablé del Capitán Armando de Santana, un nombre del que jamás en mi vida había oído hablar. De hecho, pregunté a infinidad de gente si le sonaba ese nombre y a nadie le decía lo más mínimo. Ni siquiera a la historiadora cuando le pregunté si lo conocía. Y sin embargo, ese nombre existió. La única diferencia es que yo di el nombre de Armando cuando en realidad el nombre correcto era Hernando.

Hernando de Santana fue un conquistador español. Nació en la ciudad española de Zafra (Badajoz), en la primera década del siglo XVI. En 1527 se alistó en la expedición de Francisco de Montejo que, en Sanlúcar de Barrameda, tomaría el barco que le llevaría hasta Yucatán, Nueva España, hoy México, para la exploración y conquista de aquella península que dominaban los Mayas. Cuando obtuvo el grado de Capitán, abandonó el territorio mexicano para ir a Santa Marta (Colombia) y allí se integró a la conquista del territorio caribeño. Donde sé que tuvo grandes conflictos, como todos los de esa época, con indios indígenas de la zona.

Hallazgos y coincidencias con la regresión
Coincidencia con el rango de Capitán.
Coincidencia con el apellido Santana.
Coincidencia con el nombre. Yo dije Armando y era Hernando.
Coincidencia con el medio de transporte: barco, bote.
Coincidencia con la historia: lugares, entorno, época y descripción del enemigo; los indios.
Coincidencia absoluta en el uniforme: casco y su forma, colores de la ropa en general, detalles de las prendas, tipo de tejido, colores de los detalles, bordados, tipo de pantalones y su forma, coincidencia con los materiales, formas exactas de las prendas.

Pendiente de localizar
Estamos en el proceso de búsqueda en los archivos de Indias de Sevilla, pero buscar en estos archivos es muy complejo, y no hay mucha información sobre las expediciones del Capitán Santana.

Falta verificar el medallón y su descripción, así como el grabado que pudiera llevar la coraza.

Falta verificar qué rango tenía Rafael y si realmente hubo alguien con ese nombre en la expedición de Hernando de Santana. Por lo demás el resto de los datos está verificado sin ninguna duda.

Conclusión
Para terminar os diré que, a día de hoy, ya he experimentado mi propia muerte en experiencias pasadas unas catorce veces, ¡y os aseguro que es magnífico! Para mí ha sido una prueba absoluta y sin ningún género de duda de la continuidad de nuestra alma tras la muerte.

Ahora sé que esta experiencia profunda que tuve, con grandes hallazgos, fue un regalo que mi alma me hizo.

Al experimentar esta terapia pude darme cuenta que lo menos importante era la prueba que buscaba para mi investigación.

Para mí, lo realmente importante, fue que la terapia de vidas pasadas te permite revelar el propósito de tu vida presente y, como agregado, te permite perderle miedo a la muerte, expandir tu conciencia, sanar tus emociones y sentimientos, sentirte liberado y con una gran paz interior y, sobre todo, lo más fascinante y reconfortante, sanar tu alma.